Antofagasta es un territorio pujante de actividad principalmente minera; asentamiento que se vio potenciado principalmente por el salitre y la producción argentífera en un inicio, lo cual trajo consigo una expansión demográfica, desarrollo comercial y organización civil, además de la construcción de equipamiento necesario para la comercialización y traslado de los diferentes materiales. Esto da lugar a la construcción el puerto, el ferrocarril, los servicios básicos, entre otros.

Una de estas poblaciones es Playa Blanca, construida desde la acción social conjunta, entre trabajadores, obreros del salitre, portuarios y municipio. Fue construido con características de la época, desde la estructura común, como callejones entre las viviendas, casas seriadas y el baño compartido, ubicado fuera de los domicilios y esto mediante financiamiento de cooperativas.

A través de una disposición legal en los estatutos del Municipio,  bajo el periodo alcaldicio de Juan Floreal Recabarren, destacado ciudadano y político antofagastino, genera la ordenanza que destinaba un porcentaje de presupuesto de la Municipalidad para la construcción de casas para los funcionarios, se edificaron en Playa Blanca unas veinte viviendas. En este proceso se designaron terrenos para la construcción y habilitación de dichas casas por intermedio de una empresa constructora y cooperativa financista. Esto generó la oportunidad de obtener la casa propia a funcionarios que cumplían con los requisitos necesarios para obtener el beneficio como grado/años de trayectoria, familia y financiamiento previo. Esto fue un incentivo al crecimiento de la población bajo parámetros del bienestar común.

Actualmente en la región de Antofagasta el valor del terreno, vivienda y arriendo este sobrevalorado resultando costoso adquirir un terreno y construir la vivienda propia, los costos elevados del sector, la disponibilidad de terreno y la horizontalidad de la ciudad aumentan la plusvalía de este sector privilegiado (cercano a la costanera y centros recreacionales). Esto somete al entorno al constante cambio de deconstrucción y remodelación de viviendas en edificios, mutando lo que fue una población obrera. Se deconstruye, la memoria colectiva cambia, otros patrones se suman y se descartan o se hacen obsoletas acciones conjuntas, cooperativas, planes reguladores y el bienestar común.

El habitar consiste en hacer de un territorio, un lugar para coexistir en comunidad, poseer un entorno idóneo para pernoctar y realizar vida en sociedad. Esta propuesta busca entonces resignificar el ejercicio de este crecimiento urbano gestionado y avalado de forma colaborativa, a través de una propuesta de intervención sobre el plano del territorio señalado, donde los legos simbolizan la serialización, el mapa el contexto territorial y la colofonía demarca el lugar de esta comunidad, a modo de adherencia y pertenencia a la historia local.